No sólo de impuestos vive el ajuste fiscal

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En mi anterior entrega en el Blog Salmón esbozábamos un decálogo para tratar de salir de la crisis provocada por el coronavirus sin fracturar los frágiles cimientos en los que se asienta nuestra economía.

Uno de los elementos críticos que destacábamos entonces era el impacto de un gasto público elevado en un contexto de reactivación moderada y menores ingresos tras una caída abrupta de la economía. Tratar de aumentar la presión fiscal de manera generalizada sobre los actores económicos y los ciudadanos para financiar ese gasto podría ahogar nuestra incipiente recuperación. La pregunta que debemos hacernos a estas alturas es, ¿podemos evitarlo?

Esta es la cuestión sobre la que reflexiono en mi último artículo del Blog Salmon: leer artículo completo

2020: hasta aquí hemos llegado

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En este punto exacto nos hallamos: con una economía que no ha podido mantener el esperanzador ritmo de recuperación iniciado el tercer trimestre de año, a causa de rebrotes muy importantes que incrementaron de nuevo la cifra de fallecidos (70.719 muertes en exceso hasta la fecha) y obligaron a decretar grandes confinamientos selectivos; con vacunas en ciernes en las que tenemos puestas muchas esperanzas de solucionar la pandemia y regresar a la normalidad, y con unos flamantes Presupuestos Generales del Estado a punto de ser aprobados pero con más interrogantes que certezas. Nuestro futuro inmediato se sustenta en un armazón todavía demasiado frágil e incierto para sumarnos a ciertas euforias.

Mi nueva entrada sobre recapitulación de lo ocurrido en 2020 y punto de coyuntura en El Blog Salmón.

Sobre el fondo de recuperación europeo

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Mi nueva entrada en El Blog Salmon está dedicada al #NextGenerationEU, el esperado fondo de recuperación europeo. La llegada de esta especie de maná caído del estrellado cielo europeo merece una reflexión pausada sobre expectativas versus realidades.

Leer el artículo completo: Pan de Ángeles

La mascarada

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En verdad te digo que esta misma noche,
antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

- Mateo 26:34

Hace ya unos días, publiqué un hilo de Twitter sobre el IVA de las mascarillas donde analizaba el argumento, reiterado públicamente al menos en tres ocasiones, de que éste no podía reducirse porque, literalmente, “hay un reglamento europeo que lo prohíbe".

En efecto, como explicaba entonces, cada Estado Miembro de la UE tiene que armonizar su IVA de acuerdo con lo que indica la Directiva 2006/112/CE del Consejo, pero la urgencia de la situación en Europa y lo gravoso que resulta el gasto en mascarillas para muchos ciudadanos, en especial los menos pudientes, ha llevado a los países de nuestro entorno a adoptar medidas al respecto. Así, mientras en España el IVA de las mascarillas sigue siendo del 21 %, en Portugal es del 6 %, en Francia el 5,5 %, en Alemania el 5 %, y en países como Italia, Bélgica o Países Bajos están completamente exentas de impuesto.

Además, la Comisión Europea ha confirmado, por activa y por pasiva, que no pondría problemas a esta reducción, teniendo en cuenta las circunstancias extraordinarias que concurren. Cabe recordar que las importaciones intracomunitarias de entidades públicas, sin ánimo de lucro y centros hospitalarios, ya tienen desde el 21 de abril un IVA del 0%.

El argumento de la prohibición reglamentaria, no obstante, acaba de transformarse ante el renovado intento de tramitación de una enmienda de Ciudadanos que buscaba bajar el IVA de las mascarillas al 4%. La razón aducida esta vez ha sido que costará mucho al Estado, basándose en una estimación de cosumo de 50 millones de mascarillas por día. Al final parece que no era cuestión de imposibilidad legal, sino de dinero. Sorpresa.

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En todo caso, resulta llamativo que se recurra al argumento de la recaudación del Estado cuando tanto se ha debatido durante estas últimas semanas sobre la falsa dicotomía entre economía y salud, con una feroz defensa de la primacía de esta última. También llama la atención que, habiéndose impuesto sorprendentemente el argumento económico en este caso, hayamos olvidado que las mascarillas son un candidato idóneo para adoptar un tipo reducido de IVA, al suponer su gasto, obligatorio para todos los ciudadanos, una carga proporcionalmente mucho mayor para los hogares de rentas bajas (hablamos de un importe medio mensual de entre 70 y 150 euros por familia).

Para ser justos, no debemos olvidar que con la cuantiosa recaudación que propocionan las mascarillas se atienden servicios públicos esenciales, como por ejemplo la sanidad. Esto es indisputable. No obstante, lo que puede resultar algo más difícil de comprender es que la negativa a reducir este epígrafe de IVA tan esencial para la salud pública vaya acompañada del posible incremento de gasto en otras partidas, quizás no tan relevantes, cuya congelación podría precisamente absorber la pérdida de recaudación señalada. Por poner un ejemplo puntual, el coste del incremento de salarios públicos para 2021 estará en torno a los 1.500 millones de euros adicionales. Conceptos distintos, orden de magnitud muy similar.

Algunos dirán que comparo peras con manzanas, pero merece la pena hacer números y reflexionar al respecto, ¿no les parece?


Postdata: añado al post una muy oportuna reflexión del Institut Ostrom Catalunya, en el sentido de que esta necesaria bajada de IVA , si no implica asimismo una reducción simultánea e idéntica del PVP fijado por el Gobierno, acabará siendo un regalo al bolsillo del vendedor. Y esto es porque, al ser la demanda inelástica, es muy probable que la disminución del IVA no acabe trasladándose a los precios. 16 céntimos de margen por unidad, nada menos.

Por favor, no hagan olas

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El COVID-19 sigue mandando sobre la economía, y los actuales rebrotes no hacen más que incrementar sus efectos perniciosos, tal y como describí en la entrada anterior de mi serie en El Blog Salmón. En este contexto tan complicado, nuestros líderes políticos, económicos y sociales deberían tener muy en cuenta una regla de oro a seguir durante cualquier crisis: no amplificar con su proceder el daño ya causado . Una regla a la que tampoco somos ajenos los ciudadanos, como presuntos responsables de nuestros actos.

Leer el artículo completo: Por favor, no hagan olas

Recortes

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Llevo varias semanas haciendo un seguimiento diario de la coyuntura económica española en mi timeline de Twitter (pueden seguir este tuit y su hilo), que sumarizo cada mes en mis artículos para el Blog Salmón.

Una de las consecuencias del deterioro macroeconómico de nuestro país a causa de la pandemia de coronavirus y de su gestión, tanto a nivel público como también ciudadano, es la insuficiencia de recursos presupuestarios para hacer frente a todos los desembolsos que requiere el enorme esfuerzo de sostenimiento de emergencia y de ayuda, adicional al del propio funcionamiento de las Administraciones Públicas, que ya era financieramente deficitario en su conjunto antes de la llegada del COVID-19. El déficit público hasta junio se elevaba ya al 6.1% del PIB, con unos ingresos desplomados en línea con el PIB pero con gastos (sin intereses e inversión pública) crecientes.

Incluso con los préstamos y subvenciones europeas que se han activado para responder a esta crsis sanitaria, los meses que vienen van a requerir un ajuste notable de las cuentas públicas. La forma de hacer dichos ajustes dependerá mucho de cómo, cuándo y con quién consigue sacar adelante el Gobierno unos Presupuestos Generales del Estado más necesarios que nunca: un marco financiero claro, estable y sensato, con objeto de proporcionar una referencia a todos los actores económicos frente a una incertidumbre que es terrible para la actividad económica. Todo ello, sincronizado con una gestión responsable de los rebrotes.

Estos ajustes llevarán consigo tanto una reducción de gastos como (previsiblemente) una subida de impuestos. Y en ambos casos, como muy bien explica el magnífico libro de Alberto Alesina, Carlo Favero y Francesco Giavazzi (imagen adjunta), estamos hablando de austeridad. El libro viene con un serio aviso a navegantes: la evidencia que han recogido los autores apunta que los planes de austeridad basados en subir los impuestos han sido mucho más costosos que los planes basados en la consolidación del gasto. Recomiendo mucho su lectura.

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En cualquier caso, está por ver cómo los actuales responsables públicos denominan unos irremediables ajustes de gasto que, cuando fueron aplicados por un gobierno conservador, recibieron el nombre de recortes, palabra que usualmente ha venido acompañada de todo tipo de adjetivos descalificativos y ha estado asociada a las maldades del neoliberalismo.

Se les llame como se les llame, ya están a las puertas. Y no podremos ignorarlos con maquillajes conceptuales ni con palabras huecas.

El momento de la verdad

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Nuestra economía es como un enfermo grave, sostenido en la actualidad por un soporte vital avanzado con tratamiento de antibióticos y opiáceos para el dolor (ERTES, deuda, planes de ayuda, avales, subvenciones...). Su desconexión de la máquina en otoño resulta una icertidumbre: no tenemos todavía garantías sólidas de que el enfermo pueda valerse entonces por sí mismo sin ayudas adicionales, ni de que estemos en condiciones de suministrárselas por nosotros mismos en las cantidades requeridas, dado el deterioro de las cuentas públicas.

Nos acercamos al momento de la verdad. Mi nuevo artículo en El Blog Salmón sobre coyuntura económica española.

El gran interrogante de un mundo-post coronavirus

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Hace unas semanas iniciaba mi andadura en el Blog Salmón con un artículo dedicado a la China post-coronavirus. Decíamos entonces que mientras las economías occidentales se detienen en seco por la crisis sanitaria y suman sus muertos por decenas de miles, en China parece haber pasado lo peor. El desacople geoeconómico del área Asia-Pacífico, ya en marcha antes de la pandemia, parece haberse acelerado con fuerza. Las consecuencias directas e indirectas de esta crisis anuncian un posible nuevo orden internacional y una revisión completa de los fundamentos socioeconómicos que estructuraban el mundo del siglo pasado.Todo va a cambiar, pero no sabemos muy bien cómo ni hacia dónde.

Esto es lo que analizo en mi segunda entrega dedicada al impacto global del #COVID-19.

Leer artículo completo aquí.

El Retorno de la Inversión Honesta (ROIH)

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(Dedicado a Luis I. Gómez, con todo mi aprecio y admiración)

Los indicadores financieros son valores que se obtienen poniendo en relación las diferentes partidas de los estados económico-financieros de la empresa, y que pretenden ofrecer una medida del desempeño de ésta. Su magnitud, comparada con un determinado nivel de referencia, puede señalar una desviación sobre la cual adoptar acciones correctivas o preventivas. Por ejemplo, el ROI, que por sus siglas en inglés significa Return On Investment, es una métrica que refleja, expresado de una manera sencilla, las ganancias financieras obtenidas con cada acción o proyecto empresarial.

Se trata, sin embargo, de una magnitud cruda, que no es capaz de medir intangibles clave. Por ejemplo, la honestidad, esa palabra que no me canso de repetir y por la que me arriesgo a que ustedes me tachen, con razón, de plasta. 

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Ojalá existiera un indicador que midiera, por ejemplo, el ROIH: un eventual Retorno de la Inversión Honesta, menor (o no) que el ROI financiero en términos económicos, pero muchísimo más valioso si atendemos a criterios de ética, responsabilidad y creación de valor a largo plazo, porque no hay nada tan poderoso como el discurso y los hechos de alguien natural, honesto y creíble.

Dicho esto, el camino de la honestidad personal, empresarial y política resulta casi siempre más difícil, costoso y prolongado que los atajos rápidos tomados por líderes impostados y poco escrupulosos. Quizás a muchos pueda parecer que eso les funciona. No obstante, estoy convencido que hacer las cosas bien y conforme a conciencia suele reportar grandes beneficios con el tiempo, muchos de ellos incluso susceptibles de ser contabilizados, aunque por encima de todo conlleva paz de espíritu. Y esa no hay dinero ni fama que la pague.

Haciendo mías las palabras de François Fenelon:

La rectitud de conducta y la reputación general de rectitud recaban para sí mayor confianza y aprecio, y a la larga, por consiguiente, más ventajas, incluso materiales, que cualquier camino sinuoso.

Algunos deberían tomar buena nota en estos tiempos tan difíciles que estamos viviendo.