Calidad, claridad y concisión

Nota: entrada del 24/11/2008 recuperada y adaptada de mi antiguo y desaparecido blog.

José Antonio Millán mantiene abierta desde hace mucho tiempo su página "Perdón Imposible: Guía para una puntuación más rica y consciente ", todo un referente en lo que a redacción textual se refiere. Se trata de una extensión Web de su libro del mismo título. Éste nace de una curiosa anécdota atribuida a Carlos V. Según parece, al emperador le presentaron una sentencia para su firma. En ella se decía: "Perdón imposible, que cumpla su condena". En un momento de magnanimidad, el rey Carlos cambió la coma de lugar y el texto quedó así: "Perdón, imposible que cumpla su condena". Un pequeño gran cambio para el pobre reo.

La anterior anécdota viene a cuento por la poca importancia que solemos dar a la expresión escrita en el día a día de nuestros negocios. Además, a la mayoría de directivos y mandos intermedios españoles nos entra la vena gongorina al redactar informes, memorandos o notas de trabajo. Nos creemos poseedores de una pluma exquisita y empezamos a construir textos floridos, con párrafos interminables, repletos de adjetivos, adverbios, conjunciones y oraciones subordinadas. Textos que uno empieza y no termina nunca de leer, pues son como la escalera de Escher: un puro circunloquio que acaba por devolverte al punto de partida.

La causa de nuestra verborrea se debe, creo yo, a carencias formativas. La enseñanza de una correcta expresión escrita no es asignatura obligada ni en Institutos ni en Universidades; depende mucho de lo que exija cada docente. Tampoco en los masters y cursos de especialización se cuida demasiado esta faceta, otorgándose mucha más importancia a las presentaciones visuales y a la oratoria del individuo.

Sin embargo, no somos del todo conscientes del impacto que sobre el negocio puede tener un informe mal redactado, unas especificaciones imprecisas, unas recomendaciones confusas o un plan de empresa difícil de comprender. Y no digamos ya con imperdonables faltas de ortografía, tan a la orden del día. He leído textos de personas presuntamente bien preparadas que llevaban al puro sonrojo.

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Pienso que nuestra hermosa lengua, tan rica en matices, puede tener parte de culpa. La estructura del idioma inglés, por el contrario, facilita la sencillez y concisión a la hora de redactar, cualidades que debemos copiar sin rubor en nuestros textos de empresa. Sujeto, verbo y predicado constituyen el esquema básico de partida, del cual no deberíamos alejarnos demasiado.

Veamos un pequeño ejemplo sacado de la realidad. He aquí el texto de marras: 

Nuestros objetivos principales deberían ser, por su capacidad de crecimiento y oportunidades de negocio, muy especialmente en nuestro sector, los mercados emergentes.

Sin complicarnos tanto la vida, podríamos haber escrito lo siguiente:

Nuestros objetivos principales deberían ser los mercados emergentes, por su capacidad de crecimiento y oportunidades de negocio, especialmente en nuestro sector.

¿No les parece que se lee mejor?

Además de la organización sintáctica, la correcta puntuación de nuestros textos resulta también una tarea complicada. En esto, la sobriedad debe igualmente ser ley. Es preferible un punto y seguido que cinco comas, siempre. No deberíamos usar el punto y coma si no conocemos bien su función, y un punto y aparte puede salvar a cualquier párrafo de un destino tedioso.

Para probar la dificultad de una correcta puntuación, José Antonio Millán propone el siguiente texto literario: 

En la pared colgadas se ven dos hermosas fotografías una la de una dama de bellos y pensativos ojos con unos rizos sedosos tenues sobre la frente otra la de una niña tan pensativa y bonita como la anterior dama pero en la casa no se oyen voces femeninas.

Anímense a probar sin buscar la solución. Una pista: hay ONCE signos de puntuación.

En definitiva, cualquier ejecutivo (o administrativo) debería esforzarse por conseguir las "tres ces" que constituyen el título del presente artículo: Calidad, Claridad y Concisión.

Unos consejos finales:

  • Use frases cortas y comprensibles, con un vocabulario preciso y adecuado al asunto que se trate.
  • Evite los párrafos demasiado extensos. Utilice un párrafo por cada idea principal que pretenda expresar.
  • El texto debe reflejar una línea lógica de razonamiento. Introducción, antecedentes, desarrollo y conclusión no deberían faltar en ningún documento de trabajo.
  • Ante la duda, elija siempre la sencillez.
  • Recurra al diccionario y a los libros de estilo cuantas veces sea necesario.
  • Deje reposar el documento un cierto tiempo. Haga una segunda lectura y elimine todo aquello que no aporte valor. Tache, siempre tache: propóngase hacerlo en cada ocasión. Adelgazar es bueno.
  • Si puede, utilice la técnica del "burro patrón": haga que una tercera persona no "contaminada" por el tema lea el texto. Sea humilde y permita que le corrijan.

En esta cuestión, como tantas otras, la práctica nos acerca a la inalcanzable perfección.

Incentivos Vs trabajo burocrático: una compleja "ciencia"

Hace una semana publicaba en Sintetia una reflexión sobre la insuficiencia del incentivo económico cuando nos hallamos ante un trabajo rutinario en las trincheras amedministrativas. Factores tales como que demuestren aprecio por nuestro trabajo, mantener una buena relación con nuestros jefes, desempeñar una labor gratificante, tener un espacio de trabajo agradable, y la existencia de otros beneficios no pecuniarios, pesan tanto o más que la pura retribución económica. La clave está en que la gente que trabaja en la empresa perciba que está mejor formando parte de ella. 

Netflix y la cultura empresarial del siglo XXI

Libertad y responsabilidad son los elementos claves de la cultura de Netflix, y sobre ellas se desarrollan las principales líneas estratégicas de actuación de la compañía. Les recomiendo ver esta presentación corporativa me ha compartido mi querido Lorenzo Trader; hay propuestas más que interesantes sobre la orientación empresarial adecuada para una empresa (y también para una administración) del siglo XXI.

He aquí algunas de las ideas que más me han gustado:

Los verdaderos VALORES de una empresa son los comportamiento y habilidades que se VALORAN (y recompensan) en los empleados:

- Buen juicio.
- Capacidad de comunicación.
- Impacto del trabajo realizado.
- Curiosidad.
- Innovación.
- Coraje,
- Pasión.
- Honestidad.
- Generosidad.
Un fantástico lugar de trabajo es aquel que tiene fantásticos compañeros de trabajo.
Somos un equipo, no una familia.
Lo importante no es el trabajo duro, sino el alto rendimiento. Pero una cultura de alto rendimiento no es apropiada para todos.
La gente responsable busca la libertad, y se la merece.
Haz crecer tu empresa con gente responsable, libre y de alto rendimiento, no con reglas.
Si la complejidad crece, incrementa la densidad de talento.
La libertad que puedes dar a tu gente en una empresa NO es absoluta, pero...

no necesitas normas para todo lo que ocurre dentro de la empresa.
Es mucho mejor DEFINIR EL CONTEXTO y proporcionar los medios y el conocimiento que CONTROLAR.
Objetivo estratégico: ser GRANDE, RÁPIDO y FLEXIBLE.
Si tienes un empleado extraordinario y de alto rendimiento, págale el sueldo más alto del mercado en su categoría.
Los títulos no resultan muy útiles a la hora de valorar y recompensar a un empleado.
No hay que hacer rankings de empleados para que compitan entre sí, sino hacer que TODOS los empleados en conjunto colaboren y sean competitivos en relación con los posibles CANDIDATOS EXTERNOS.
Tu empresa no tiene que ser para toda la vida.
Las personas de alto rendimiento mejoran por sí mismas mediante la experiencia, la introspección, la lectura y la discusión. No necesitan que su carrera sea planificada ni tutorizada.

Pecados profesionales: la soberbia

Nota: entrada del 6/12/2008 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.

Decía San Agustín"la soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano".

De todos los defectos de un profesional exitoso, la soberbia es uno de los más comunes y más difícil de reconocer y evitar. El Diccionario de la Lengua Española la define como "altivez y apetito desordenado de ser preferido a otros"  y también como "satisfacción y envanecimiento por la contemplación de las propias prendas con menosprecio de los demás". Estamos hablando, pues, de esa persona que cree que sólo su trabajo es valioso, que todo lo que le antecede es malo, que la única verdad sustantiva es la suya y que los demás siempre están equivocados. ¿Cuántos jefes o compañeros conocen que alguna vez se hayan comportado así? ¿Y cuantas veces hemos caído nosotros mismos en ese comportamiento?

Hace tiempo estudié el caso de un ejecutivo brillante y ambicioso que, recién llegado a la empresa, consiguió en pocos meses desmantelar un proceso de mejora que había costado casi dos años finalizar. Con un prestigioso máster bajo el brazo y convencido de la irrefutable validez de su estrategia, entró como elefante en una cacharrería y desbarató la organización entera. No respetó ni estudió el trabajo de su antecesor ni atendió a sus subordinados, no se preocupó por analizar las fortalezas y debilidades de un negocio que desconocía y gestionó su perseguido cambio de forma deplorable. Los resultados cayeron en picado, se destrozó el equipo humano y él acabó despedido.

Daño para la empresa, daño para las personas, tiempo y dinero desperdiciado... todo ello hubiera podido evitarse con menos soberbia y más sensatez

Estar alerta y saber escuchar son requisitos imprescindibles para cualquier profesional.

  • Estar alerta: ser curiosos, autocríticos e imaginativos para someter nuestro juicio a contrastes sistemáticos y así poder asegurarnos de que la realidad es tal como es y no como nosotros la consideramos. Ejercer la duda constructiva.
  • Saber escuchar: siempre, a compañeros y subordinados, para reconocer otras lógicas, mejores métodos, nuevas ideas o sugerencias originales.

Contra la soberbia, en fin, humildad. Debemos reconocer nuestras propias limitaciones, en el convencimiento de que casi nada se puede conseguir en solitario. Por no decir nada.  

Ahora bien, tal y como apostillaba mi admirado Quevedo, "más fácil es escribir contra la soberbia que vencerla". Así que, si en algún momento me ven flaquear, les ruego que me lo hagan saber con toda la confianza que me merecen.