Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia en España: estado de situación

Comparto de aquí un hilo en mi cuenta de Twitter que resume los puntos esenciales del informe realizado por CEOE con un seguimiento de los fondos europeos Next Generation EU en España.

Nos jugamos mucho en la gestión eficaz y eficiente, transparente y responsable de estos fondos, siendo como ha sido España uno de los países más golpeados por la pandemia y el país de la OCDE al que más le está costando recuperar los niveles pre-COVID.

Coyuntura económica de España en tiempo real

Desde el pasado 7 de octubre de 2021, sigo con detalle en un hilo de mi cuenta en #Twitter la evolución de los distintos indicadores de #coyuntura, previsiones oficiales, análisis, estudios y declaraciones sobre la evolución de nuestra #economía.

Nada mejor que una visión con perspectiva temporal , multidimensional y desde múltiples fuentes para poder juzgar por nosotros mismos y huir de presuntos milagros o apocalipsis económicos. Les animo a repasar el hilo.

Seguimos

Las tres epidemias del coronavirus

En la anterior entrada de este blog efectuaba unas breves reflexiones sobre la dimensión global que estaba adquiriendo el brote de coronavirus tras haber salido de las fronteras de China. Quince días después, las dinámicas de esa expansión son todavía más claras y contundentes. En aquellas fechas, en España teníamos apenas unas decenas de casos; a fecha de hoy (7 de marzo) hemos alcanzado los 500 (cuarto país de Europa). En Italia ya van por los 5000 y están listos para aislar a 16 millones de personas. Se dice pronto.

Con las noticias de nuevos positivos nos llega también una avalancha de informaciones y desinformaciones, mentiras, medias verdades, datos científicos y bulos homeopáticos, cifras económicas, rumores, partes de situación, ruedas de prensa, desmentidos, acusaciones, teorías serias o conspirativas, declaraciones y mutis políticos… sumergiéndonos en un espeso plasma de incertidumbres y congojas. El COVID-19 tiene una dimensión que trasciende con mucho el componente sanitario y, como tal, sus consecuencias se extenderán largamente en el tiempo, más allá del momento de su contención. Tres son los brotes epidémicos que trae consigo:

  1. El virus.

  2. La desconfianza.

  3. La desaceleración económica.

Los tres se realimentan en su potencial dañino.

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1. EL INSOSPECHADO VIRUS

En el aspecto puramente médico, cada día vamos conociendo más aspectos del COVID-19, aunque sea una información necesariamente incompleta, dada la relativa novedad del organismo. La Organización Mundial de Salud ha efectuado un esfuerzo ingente de divulgación sobre la epidemia, incluyendo recomendaciones técnicas de actuación a las autoridades sanitarias. Y es precisamente en este punto donde empiezan las primeras asimetrías globales. Frente a la contundente y enormemente coercitiva respuesta china, impensable para los occidentales pero aplaudida por la propia OMS, hemos podido comprobar como cada nación ha hecho de su capa un sayo, siguiendo sus propios análisis internos, de acuerdo con sus capacidades sanitarias, prioridades políticas y económicas, peculiaridades culturales o configuraciones sociales, ofreciendo un mapa de reacciones heterogéneas que van desde el aislamiento de zonas enteras, la prohibición de eventos multitudinarios, la realización masiva de pruebas de detección, el cierre de colegios o las restricciones fronterizas, hasta un mero control adaptativo “blando” y una actuación selectiva sobre los brotes, sin prohibiciones específicas. Esta asimetría de informaciones y respuestas genera en sus respectivos ciudadanos un caudal interminable de preguntas ante las inevitables comparaciones que con toda razón se hacen. ¿Nos estamos pasando tres pueblos con las restricciones o nos estamos quedando miserablemente cortos, teniendo en cuenta lo que hacen nuestros vecinos? ¿Pueden más las consideraciones de naturaleza política o económica que las sanitarias? ¿Tenemos los medios suficientes? ¿Está el contagio controlado o lo damos por perdido? ¿Por qué se impide a los profesionales asistir a una reunión científica, pero se permiten y hasta fomentan las manifestaciones multitudinarias? ¿Nos ocultan la gravedad de la epidemia? Y la cuestión que repetidamente aparece en los medios: incluso aceptando la presunta imposibilidad práctica de detener el brote, ¿no resultaría mejor ser muy restrictivos ahora para evitar colapsar el sistema más tarde?

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La respuesta heterogénea y descoordinada de la propia Unión Europea (con varios miles de casos reconocidos mientras escribo esta entrada), siempre lenta y reactiva, tan precupada por el Brexit y sus presupuestos como incapaz en apariencia de ofrecer una sola voz ante la epidemia ni el necesario liderazgo en recursos, procesos e información, no hace más que contribuir a este panorama confuso, a una incómoda sensación de improvisación y de “sálvese quién pueda”, generadora de la segunda ola epidémica asociada al coronavirus: la pérdida de confianza.

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2. DESCONFIANZA

Frank Sonnenberg ha escrito que la confianza es como la presión sanguínea: es silenciosa, vital para la salud, y si se abusa de ella puede ser mortal. En el caso de una epidemia, la confianza ciudadana es el cimiento fundamental que articula una respuesta efectiva a la misma. Hace unos días, divulgaba en mi cuenta de Twitter una fantástica pieza histórica de la revista del Smithsonian sobre la evolución y gestión en EEUU de la pandemia de gripe en 1918. Una lectura larga, en inglés, pero muy recomendable, que nos habla de unas lecciones aprendidas que siguen de plena actualidad. El principal mensaje del autor con respecto a aquellos terribles acontecimientos se me quedó grabado a fuego en la memoria:

La lección más importante de 1918 es decir la verdad. Aunque esa idea se incorpora a todos los planes de preparación que conozco, su implementación real dependerá del carácter y liderazgo de las personas a cargo cuando estalle una crisis

En efecto, la eficacia de las intervenciones públicas en un evento sanitario de estas dimensiones depende del cumplimiento de los ciudadanos, y para que éstos cumplan, evidentemente, deben confiar en lo que se les dice. Este hecho resulta si cabe todavía mucho más relevante ante la enorme capacidad actual de difusión de información, tanto veraz como falsa. La falta de voluntad para responder públicamente a preguntas incómodas, para proporcionar directrices coherentes o para reconocer, sin alarmismos, la inevitabilidad de una epidemia acaba significando “que los ciudadanos buscarán respuestas en otros lugares y probablemente encontrarán muchas malas”. En esos casos, casi siempre prevalece la jungla. Para las autoridades públicas, se trata de un reto tan grande como el de la misma enfermedad.

En China, el férreo control informativo y la censura hicieron mucho más daño que la pandemia, pese a la posterior gestión de la misma. Son muchas las cosas que pueden hacerse para mejorar y coordinar una gestión informativa que sea rápida, potente, transparente y de acceso único, universal e inmediato para los ciudadanos, algo impensable en un régimen dictatorial pero imprescindible en una democracia avanzada. Tenemos los medios tecnológicos y los recursos financieros necesarios. Todo ello, acompañado de liderazgo, responsabilidad y capacidad de decisión.

No hay que tener miedo a decidir cosas, aunque resulten impopulares. Y cuanto más alto sea el nivel decisorio, mejor. De lo contrario se producirá la inevitable quiebra de confianza, lo que es demoledor para la tercera ola epidémica a la que me voy a referir, de naturaleza económica.

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3. EL CONTAGIO ECONÓMICO

Hace dos semanas ya explicamos como el parón de la economía china debido al COVID-19 iba a tener efectos multiplicadores a nivel mundial, debido a su integración cada vez mayor en las cadenas de valor globales, tal y como refleja el mapa anterior. Tales efectos ya se están presentando con fuerza a medida que la epidemia avanza, junto con otros que también apuntábamos entonces: caída de precio del petróleo y de las materias primas, disminución de los flujos comerciales, disrupciones en la industria tecnológica e inestabilidad de los mercados financieros. Pero es en el tráfico aéreo donde el impacto va a resultar más inmediato: la IATA acaba de actualizar sus previsiones económicas ante la expansión del COVID-19, dibujando dos escenarios: uno de disfusión moderada del virus, con 63.000 millones de dólares en pérdidas globales de ingresos de viajeros, sólo en 2020, y otro de difusión más extensa, en el que las pérdidas pueden alcanzar los 133.000 millones de dólares. Este último escenario, nada improbable de proseguir la tendencia epidémica actual, podría llevarse por delante a muchas compañías aéreas. De su capacidad de reacción y adaptación dependerá su supervivencia. Huelga apuntar, además, las consecuencias derivadas en otros sectores tan importantes para muchos países como el turismo, algo que se nota ya con fuerza en las zonas más afectadas por la epidemia. Vienen curvas para todos.

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Todo lo dicho se traducirá en una ralentización económica que instituciones internacionales como la OCDE han empezado a estimar en la revisión de sus previsiones:

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Otras firmas de análisis macro, como Focus Economics, apuntan a efectos similares, tanto en la economía china como a escala global:

Estas estimaciones no resultan triviales, y son susceptibles tanto de empeorar como de ser contenidas. La falta de confianza en la respuesta de los gobiernos e instituciones internacionales a esta pandemia podría conducir a que el parón económico se consolidara y acabara produciendo un daño a los ciudadanos mayor que la propia enfermedad, que por ahora parece estar muy lejos en letalidad con respecto a otros brotes víricos. Ello abriría las puertas a una crisis sistémica de naturaleza y consecuencias imprevisibles, poniendo a prueba la capacidad de respuesta fiscal de las naciones, especialmente aquellas que durante este último período de expansión no han hecho sus deberes estructurales. Esperemos que no sea así, y que todas estas turbulencias acaben resultando un mal sueño dentro de unos meses.

No despreciemos, por tanto, al COVID-19. Este simulacro de gripe, como la califican algunos despectivamente, trae consigo más de un brote epidémico, cada cual más peligroso que el propio virus. Actuemos, y hagámoslo todos, globalmente. La falta de decisión, el acobardamiento y la complacencia conducen inevitablemente al rotundo fracaso colectivo.




Coronavirus, globalización y la geopolítica del miedo.

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Cuando el mes pasado estimaba que el brote de coronavirus se iba a notar no sólo en los mercados, sino en la economía real a nivel mundial, me tacharon de alarmista. Ahora mismo, la disrupción ya se está produciendo. En China, y por dispersión sistémica, en el resto del mundo (debido al espectacular crecimiento y nivel de integración global del gigante asiático). La globalización es lo que tiene: circulan bienes, servicios, capitales, conocimiento… y también enfermedades y miedos.

Corea va incrementar su nivel de alerta al rojo. Turquía acaba de cerrar todas sus fronteras terrestres con Irán. Rusia lo hizo con China. Estados Unidos Estados Unidos ya declaró hace semanas una emergencia sanitaria pública al respecto.


Sólo en el sector aéreo las pérdidas se podrían elevar a 30.000 millones de dólares. En lo que va de año se ha registrado ya un 8,2% de disminución del número de pasajeros en Asia respecto al mismo período en 2019 (IATA).

Más efectos probables a corto plazo:

  • Disrupción de las cadenas de suministro globales, que conlleverá disminución de los flujos comerciales y decrecimiento.

  • Caída en el precio de las materias primas.

  • Inestabilidad en los mercados emergentes asiáticos y más tarde en los globales.

Y la expansión no se detiene. El coronavirus ha llegado con fuerza al Norte de Italia, lo que puede gripar un motor económico ya de por sí muy delicado. Milán ha cerrado escuelas, cines, museos y teatros. Venecia cancela su carnaval. Once municipios, con 50.000 personas, quedan aislados de manera forzosa por un decreto ley. Una evolución a seguir muy de cerca por el posible efecto contagio, y no me refiero al de la enfermedad (que también).

Se impone la geopolítica del miedo, incrementado por la desconfianza ante la falta de transparencia en China (una dictadura política de facto) más el efecto multiplicador y disruptor de las redes sociales, plagadas de noticias falsas que no hacen sino empeorar la situación.

Todavía resulta prematuro aventurar nada, pero estamos ante un cóctel muy peligroso que podría conducirnos a una nueva crisis global de consecuencias imprevisibles. El coronavirus parece el perfecto ejemplo de cisne negro tal y como lo definió Taleb: un hecho con el que nadie contaba y que está trastocando los procesos globales.

Como analista, y si estuviera el frente de una consultoría estratégica, mi consejo sería estar muy atentos y esperar al menos un par de semanas antes de tomar ninguna decisión de política económica o empresarial de alto nivel que pudiera comprometer un muy necesario margen de reacción.

#Twecos 2020

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En España hay 166.000 cuentas que hablan de economía (3,4% del total), de las que un 39% son mujeres. Crédito y Caución @creditoycaucion publica las 42 cuentas #twecos 2020, reconocienso su alto grado de influencia en la red. Tengo el inesperado honor de ser uno de ellos. Muy agradecido a quienes lo han hecho posible.

Aunque Twitter se ha estancado por debajo de los cinco millones de usuarios en España, es la red que más influye en la opinión pública por su alcance abierto y su formato de microblogging. En 2013 Crédito y Caución comenzó a estudiar de manera sistemática cómo y quién mueve información económica en esta red. La parte visible de ese proyecto son los #twecos, la lista actualizada de influencers económicos. Este año, además de consultar a nuestros followers, dircoms, economistas, analistas, empresarios o periodistas por sus cuentas imprescindibles, hemos peinado la red para detectar todos los perfiles que se ocupen de la economía

Alemania, Trump, gas natural y dependencia energética en Europa

⚡️ Unos datos a raíz de unas declaraciones de Trump acerca del gas ruso y la "protección de Estados Unidos" al país germano. La estabilidad del suministro de energía de la UE supone un riesgo geoeconómico y estratégico cuando una alta proporción de las importaciones se concentra entre relativamente pocos socios externos, sobre todo si esos socios no son a su vez aliados o amigos