Pecados profesionales: la ira

Nota: entrada del 10/12/2008 recuperada y adaptada de mi antiguo blog.

Escribía Arthur Schopenhauer que la ira no nos permite saber lo que hacemos y menos aún lo que decimos.

La ira es un defecto grave que sepulta el liderazgo. Es muy humana, razón por la cual resulta tan difícil de dominar, aunque se puede aprender a hacerlo. Escribo “se puede” y debería decir “se debe”. La compleja configuración de un buen equipo de trabajo o la motivación de nuestros subordinados pueden irse al traste con un solo arrebato, algo que no nos podemos permitir.

Todas nuestras virtudes, todas nuestras razones objetivas, se diluyen en ese instante irascible, que nos vuelve vulnerables y nos desprestigia ante jefes y empleados. El coste personal y económico que debemos pagar por ello es muy considerable, y constituye un grave desperdicio. Sin embargo, no debemos confundir dicha ira con la tensión y exigencia que todo mando debe transmitir a su equipo.

Tampoco debemos esconder el enojo que podamos sentir ante una incompetencia o un mal resultado. Se trata de exteriorizar de manera sosegada y proactiva esa energía repentina, sin buscar culpables inmediatos ni clamar por nuestra mala suerte. Y por supuesto, sin vociferar por los despachos o golpear el mobiliario. 

El mejor camino para dominar la ira es el conocimiento de uno mismo, porque nos permite anticiparla y obrar en consecuencia. El grado de autocontrol depende mucho de cada carácter, pero siempre es posible seguir unos sencillos consejos para evitar arrebatos coléricos o minimizar daños:

  • La sabia recomendación tradicional de "contar hasta diez". Hasta 100 si es necesario. Un silencio imperturbable es a menudo mucho más efectivo que un arranque de rabia.  
  • Si el conteo paciente no surte efecto, puede ser una buena idea desaparecer del lugar por unos minutos.
  • Siempre hay que tratar de ponerse en el sitio de quienes van a sufrir nuestro enfado.
  • Reconvertir la energía irascible en empuje positivo para corregir el error y motivar a quien lo haya cometido.
  • NUNCA personalizar...
  • ... y disculparnos al instante si hemos lastimado a nuestros interlocutores.

Aunque ya se sabe, it's much easier said than done.