Criticar con sensatez y respeto es posible (I)

Siempre que me preguntan por mi ideología, suelo responder lo mismo: soy un liberal imperfecto y harto dubitativo. No me gustan nada las etiquetas y trato siempre evitar prejuicios o encasillamientos apriorísticos, porque ello me impide analizar la realidad debidamente y ser critico (con todas mis limitaciones) ante aquellos hechos que me desagradan o no me convencen, vengan del espectro ideológico de donde vengan. Otra cosa es que lo consiga...

Sin embargo, según podemos comprobar cada día en los medios de comunicación y redes sociales, el hecho de "atacar" una iniciativa, opinión o tendencia concreta significa en automático "atacar" al todo que la contiene, "denostar" al partido político, organismo o individuo que la ejerce y, por consiguiente, "pasarme al bando contrario" como enemigo de la causa. Dicha reacción, que ocurre cuando se argumenta desde la emoción y las entrañas, indica una concepción errónea del verdadero significado de la palabra crítica y, muchas veces, una palmaria falta de educación.

He escrito y hablado a menudo sobre esta misma cuestión. En esta entrada y la siguiente trataré de rescatar mis antiguos argumentos. Para comenzar, veamos lo que dice la Real Academia Española sobre el verbo criticar:

  1. tr. Analizar pormenorizadamente algo y valorarlo según los criterios propios de la materia de que se trate.
  2. tr. Hablar mal de alguien o de algo, o señalar un defecto o una tacha suyos. Lo critican por sus declaraciones. Le critican su ropa. U. t. c. intr.

Cabe reseñar que el significado original de la palabra crítica (del griego κριτική) es "el arte de juzgar de la bondad, la verdad y belleza de las cosas". De dicha concepción primera hemos pasado a la mayoritaria identificación de la acción de criticar como sinónimo de censurar (la segunda acepción de la RAE). Curiosamente, esta misma palabra, censura, antiguamente significaba evaluación, juicio, pero con el tiempo fue adquiriendo la naturaleza de reprobación que tiene en la actualidad.

Hoy en día, y especialmente en nuestro país, es muy difícil entender y aceptar la crítica desde un punto de vista neutral. No digerimos nada bien que alguien evidencie nuestros errores o muestre públicamente los aspectos mejorables de nuestras acciones o planteamientos, aunque la crítica se haga de manera educada, fundada, constructiva y erudita. Tal esta visión negativa reduce los beneficios que sin duda reporta una actitud crítica positiva (e incluyo la autocrítica) ante la realidad, y convierte el actual debate de ideas en un ruidoso intercambio de expresiones airadas, improperios, insultos, cuando no amenazas. En el ínterin, el contraste proactivo de pareceres y la construcción de conocimiento compartido mueren de inanición. Y así nos va.

Siguiendo con la semántica, R. Barcia expone en su excelente Primer Diccionario Etimológico de la Lengua Española, de 1880:

"La crítica no es otra cosa que la gran ciencia del criterio".
La palabra criterio, a su vez, proviene del griego kritérion, forma de krínein, juzgar, y se entiende por "norma o medida para conocer la verdad" y también "juicio o discernimiento". De ahí toma la crítica su significado original: "el arte de juzgar". El propio Barcia propone una interesante distinción entre crítica y censura:
"(sic) Me parece que una crítica es el examen raciocinado de una obra de cualquier naturaleza que sea; y que una censura es la reprehensión precisa y modificada de lo que ofende a la verdad o la ley .../... Decir de un sistema que está mal enlazado o desmentido por la experiencia; de un principio de retórica o de poética, que es falso o no tan general como se pretende, esto es censura; probar que la cosa es así, esto es crítica".
Finalmente, y citando a March, podríamos concluir por hoy:
"se debe criticar con buen gusto y censurar con moderación".
To be continued...